Un ultra del Depor relata el viaje a Madrid en dos autobuses en la madrugada del domingo.
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Manuel Jabois |
El día anterior uno de los líderes del Frente Atlético, un grupo de ideología neonazi, envió un mensaje de texto al grupo: «Hola a todos. Mañana jugamos el penúltimo partido de Liga de este año en el Calderón contra el Dépor. Hemos quedado a las 7.00 en el lugar habitual. Sed puntuales! Prietas las filas... Atleti o Muerte!». El partido era a las 12 del mediodía. Los ultras del Deportivo bajaron del autobús a las 8.30. La mayoría de ellos se empezaron a abrigar. La mañana de Madrid era fría, nublada y cerca del río la temperatura roza los cero grados. Habían conseguido llegar a la capital sin ser detectados por la Policía y se ahorraron el pastoreo de los autobuses por parte de los agentes, que los embocan directamente al campo. Eso en el mundo ultra es un triunfo porque, en caso contrario, la afición visitante ha de soportar las burlas y el descrédito de la local, que la acusa de cobarde y de protegerse con la policía para evitar enfrentamientos. Todos los grupos coinciden en la exhibición de unas siglas: ACAB (All Cops Are Bastards), y en un odio: el dirigido a las fuerzas de seguridad. Como dice uno de ellos, la UIP es el mayor grupo ultra de España, «y el que nos pone de acuerdo a todos».
En el primero iban los cabecillas y la 'vieja guardia'; en el segundo chavales veinteañeros
Para llegar al bar de los rivales se usan todo tipo de tretas. Hace unos años en Madrid varios bukaneros (ultras del Rayo Vallecano de extrema izquierda) se apostaron cerca de la tienda oficial del Real, en Padre Damián. Se corrió la voz hasta el Drakkar, el antiguo bar de los ultras en Marceliano Santa María, y de allí partió un grupo para ir a por ellos. Al dejar desprotegido el Drakkar, una mutitud de bukaneros salió de otro lugar y arrasó con todo, provocando la estampida de Ultrasur. Fue en 2011. Las consecuencias de estas batallas se prolongan en foros y redes sociales, y algunas permanecen en el tiempo. En el caso de los ultras rayistas, el asalto al centro de reunión de US tiene incluso una canción: «Fulero alé, fulero alé / te veo en el Drakkar / echas el cierre / luego a correr».
Una estampa pavorosa: al otro lado del río, no menos de 200 ultras del Frente Atlético
El testigo de los blues insiste en que ellos no estaban armados («sólo llevábamos bengalas y voladores») y que no había ninguna quedada. El presidente de la Federación de Peñas del Depor, Miguel Otero, dijo el lunes en Radio Galega que llevaban varios días planeando la pelea. También un amigo del fallecido, en Radio Voz, dijo que Jimmy le había contado una semana antes que habían quedado por whatsapp. A la Policía no le consta documentalmente que haya habido convocatoria. En A Coruña muchos vecinos se preguntan por la importancia de que hayan quedado de antemano cuando la intención era pelearse de todas formas. «Este debate estúpido», dice un comerciante de la calle de la Franja, el lugar en el que vivía Jimmy, «nos distrae de dos noticias: por qué no están detenidos los asesinos y por qué la policía tardó tanto en aparecer». Y otra cosa, añade: «Por qué ponéis -los medios- el foco en la banda de la víctima y no en la del culpable».
'Empezaron a correr hacia nosotros'. De los más rezagados, Jimmy, al que atraparon
Los Riazor Blues esperan la llegada de heridos y detenidos. En este momento son muchos críos espantados los que se replantean su papel en el grupo. Un viejo ultra dice que suele pasar: «Entran pensando que es un juego, que va de patadas y puñetazos, y de camaradería, pero en cuanto aparece un cadáver o un minusválido, o un tuerto, dan un paso atrás. Es un juego, pero el de los más locos y el de los más fuertes, por eso ahora ves los fondos de los estadios y están todos como armarios». Hace años cogió el mando una hornada de jóvenes ante el debilitamiento de la grada. Volvieron con fuerza tras el homicidio de Manuel Ríos en Compostela, hincha deportivista que recibió una patada de un blues que le reventó el hígado cuando trataba de proteger a un aficionado (su agresor fue absuelto). Más ordenados, más solidarios (realizaron varias recolectas sociales) y más violentos, los Riazor Blues volvieron a hacer ruido en la escena ultra. Hasta el silencio actual, de cementerio, como en 2003.
A pocos metros de donde se reúnen los ultras coruñeses en el Peruleiro hay una frase de Cortázar: «Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos».
Publicado o 02/12/2014 en www.elmundo.es
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