Por Juan Tallón.
Nos pasamos la vida haciendo cosas que, algún tiempo después, descubrimos con relativa sorpresa que no hicimos. Es desolador. Si no hay nada en contra de incurrir en contradicciones, diré que también es confortante. Algunas de las cosas que suceden, en cierto sentido, no pasan nunca. Ya sé que no se entiende. José Ángel Valente lo exponía incluso más crípticamente, y con mayor belleza, cuando escribió «El solo encuentro en el que nunca/nada podría al fin haber pasado./La posibilidad de todo./Y esa oscura carencia/de hechos y de días/borraba, más real,/la ficticia hilazón/de tu biografía».
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