Por Manuela Carmena.
Empecemos por el final, que puede ser el principio. Veamos de qué se trata. Empecemos a entrever “en qué y para qué” podría llegar a ser la Justicia. Construyamos en primer lugar un marco conceptual, incluso un escenario, de esa “Otra Justicia”.
Valga esto como obligada introducción, de aviso si se quiere. Liberémonos de entrada de ataduras heredadas de otros momentos. Ya veremos después ( desde donde estamos, con la Justicia que tenemos y caracterizándola en primer lugar) algunas medidas posibles. Que el pragmatismo sin embargo, quizás necesario, no nos impida contemplar el horizonte de la reinvención, ese sí que realmente es imprescindible.
La Justicia habría de ser un servicio útil. No lo es. Hoy día no es el servicio público que precisa la gran mayoría de ciudadanos para resolver sus litigios, basados en los derechos y obligaciones, tanto entre sí como entre ellos y el Estado.
No basta con modificaciones parciales. Hay que revisar el concepto: lo que debe ser la Justicia. En tanto que no se replantee, como algo distinto, las reformas parciales, aun bien intencionadas, dirigidas a esa utilidad, acaban siendo fagocitadas y deformadas por los valores, usos e intereses de la inercial cultura judicial.
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