Carlos Oroza, que te levantas del suelo

30/11/15


Por Manuel Jabois.


Carlos Oroza vivía de no tener hambre. Manuel Vicent lo recuerda seco como un sarmiento, con la carne pegada a sus huesecillos de ave y sin una peseta en el bolsillo. Pero como no comía, no bebía y lo único que hacía era subirse a las cosas a piar como un pájaro, parecía habitar en un paraíso.

”Yo vivo de mi propia austeridad”, aclaraba el poeta Oroza (Viveiro, Lugo, 1923-Vigo, 2015). En el Café Gijón de los 60 y 70 Oroza no era de los sablistas sino de los dignos. “No se humillaba. Había alguno de esos que te pedían dinero y cuando se lo dabas te insultaban”. Ese dandysmo moral lo demostró la tarde en que Oroza enamoró a una francesa y ella pagó noche en el Hotel Nacional. Cuando estaban en la cama escucharon a través de las ventanas gritos de manifestantes, sirenas de ambulancia, las carreras de los grises y las lecheras bajando por el Paseo del Prado. La francesa se asustó tanto que el poeta tuvo que descorrer la cortina y ver lo que pasaba. Desde allí anunció: “No te preocupes, son cosas de pobres”.


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